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lunes, 12 de septiembre de 2011

Los desafíos que enfrenta el INIA

El Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) enfrenta desde 2004 una grave crisis económica, producto de que sus costos operacionales superan largamente sus ingresos operacionales. Cada año, la institución  genera déficits promedios de $1.045 millones por este concepto. Una simple operación aritmética arroja un déficit acumulado de más de $7.300 millones a diciembre 2010.

Para reducir este problema endémico, a partir de junio 2010, cuando asumí la dirección de INIA, impulsé la búsqueda de economías de escala, la transformación de diferentes componentes de costos fijos en costos variables y otras acciones que permitieran una gestión eficiente. 

Sin embargo, es importante destacar que estas acciones anteriores atacaban sólo el 20% del problema. El 80% del gasto del INIA se explica por los elevados gastos de personal.  Para abordar este problema, se realizó una evaluación de los profesionales, analizando su productividad científica y compromiso con la institución. Como resultado de esta evaluación (evaluación bajo 4,0 en una escala de 1 a 7) fueron desvinculados 29 personas en septiembre, una cifra no relevante dentro del universo laboral del Instituto.

Su desvinculación resultó sin duda dolorosa para el INIA, quien invirtió en su oportunidad recursos en su capacitación. Pero cabe preguntarse si Chile puede darse el lujo de mantener  profesionales que presentaban una baja o nula productividad científica en los últimos diez años,   y, por ende, no generaban innovación.

Por otra parte, se ha señalado que durante mi gestión habría entregado “patentes casi gratis a Anasac”, afectando gravemente el patrimonio de INIA. Tal afirmación revela una completa ignorancia o simplemente mala fe. Una de las actividades comerciales del INIA es la multiplicación, distribución y venta de semillas.  Para ello, el INIA tiene y ha tenido a lo largo de su historia diversos acuerdos de producción y venta de sus semillas con empresas del sector, entre ellas Anasac.  Sin embargo, bajo la anterior dirección del Sr. Leopoldo Sánchez se puso término a dicho convenio.  Considerando los altos costos de producción propia de INIA, debido a ineficiencias técnicas, estimé necesario reactivar dicho acuerdo de comercialización por lo que en la sesión 314  informe al Consejo del INIA que había iniciado conversación con la mencionada empresa  Anasac para retomar la comercialización de las semillas de trigo que INIA produce, manteniendo esta última la propiedad intelectual de las variedades de trigo generadas a través de los años.

Finalmente el Consejo, en su sesión 315, resolvió “no acoger la propuesta” considerando que podría ser más rentable mantener esta actividad en lugar de externalizarla, lo que requiere eso si, a nuestro juicio, realizar cambios estructurales profundos en INIA para que esta actividad deje de ser ineficiente técnica y económicamente. Por tanto, asegurar que INIA entregó a Anasac patentes de sus propias semillas es una completa equivocación o simplemente mala voluntad, dado que el Sr. Sánchez recibió en su oportunidad una oferta similar de parte de Anasac.

Para concluir, quisiera destacar que uno de los temas que más está impactando a la agricultura de hoy es la velocidad del cambio.  Las transformaciones en la política económica nacional e internacional y en las estrategias de desarrollo, tanto en los países demandantes de productos agrícolas chilenos como en los competidores, están generando un rápido cambio de escenario. Para tener una agricultura competitiva y sustentable en el tiempo se requiere de una capacidad de innovación permanente. En este contexto, se presentan desafíos y oportunidades a la investigación y desarrollo tecnológico, para generar  resultados que contribuyan a tener productos. 

Estamos en una economía globalizada manejada por la tecnología, en donde sólo aquellos que innovan podrán crear las instituciones ágiles capaces de sobrevivir.  La agricultura que no tenga capacidad de reacción, está destinada a morir.  El INIA requiere, entonces, de un proceso de renovación de las capacidades de investigación, impulsado por un espíritu innovador basado en la creación de conocimiento. Este es el verdadero desafío que enfrenta nuestro país. 

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